La Primera Guerra Mundial (1914-1918), una guerra de trincheras de barro donde se mezclaba sudor, sangre, mugre y muerte. Todo aderezado con explosiones y mucho ruido, sobre todo mucho ruido. Un sonido constante de explosiones, gritos, ametralladoras, crujir de huesos, llantos y quejidos de dolor. Locura, en suma, fuera de toda humanidad o humanidad en su máxima expresión, según se mire.
Ante semejante panorama a cada cual le da por una cosa diferente: histeria, pasividad, mutismo, el síndrome de shell shock y apatía absoluta por todo lo que le rodea, falta de concentración o llanto incontrolable. Otros sufren episodios constantes de inestabilidad emocional, pesadillas recurrentes y muy vívidas, sudores fríos y ceguera o sordera histéricas. Algunos incluso experimentan convulsiones musculares espectaculares, pierden el control de su propio cuerpo en una especie de baile grotesco.
Aquí os dejo unos vídeos:
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